México, 29 sep (EFE).- Aunque no acepta supersticiones diferentes a la de trabajar como minero a la hora de la escritura, el novelista mexicano Enrique Serna reconoce que a veces tiene buenos encuentros con el más allá, donde habitan las musas de la inspiración.
“Yo creo que las musas sí existen. He observado que las mejores ideas me vienen cuando no las busco, en momentos de ocio, no por un esfuerzo de concentración sino por casualidad. Después de eso lo que sigue es un trabajo de disciplina diaria”, asegura el autor de 60 años en entrevista con Efe.
Serna ha sido el escritor más leído de México en las últimas semanas. Su novela “El vendedor de silencio” es el volumen más vendido de septiembre en las principales librerías del país.
La obra de 485 páginas, editada por Alfaguara, recrea la vida del periodista mexicano Carlos Denegris, quien a mediados del siglo XX se erigió como el líder de opinión más influyente del país, pero utilizó su talento para extorsionar y venderse a los gobernantes.
“Fue un personaje con grandísimas contradicciones. A mí me sorprendió que hubiera podido existir alguien tan soberbio y a la vez tan vulnerable. Denegris fue un hombre intoxicado de poder en el ejercicio de la profesión y en las relaciones con las mujeres, a quienes humillaba en público”, explica.
El título de la novela está relacionado con la bajeza de su protagonista de sobornar a políticos y personalidades. Al tener información sobre malos manejos de algunos de ellos vendía su silencio a los corruptos por grandes cantidades de dinero.
En un restaurante de la colonia Condesa de la Ciudad de México, Serna bebe a pequeños sorbos su café americano descafeinado y tras una pausa lamenta que al estilo del protagonista de su obra, muchos años después en México queden periodistas vendidos.
“El modus vivendi de Denegris sigue vigente. Pedir dinero por callar lo que se sabe es algo que sigue. En el sexenio pasado del presidente Enrique Peña Nieto se gastaron 3.000 millones de dólares en sobornos y publicación en los medios de comunicación”, sostiene.
Además de recrear los años de oro del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, una época calificada por el nobel peruano Mario Vargas Llosa como la “dictadura perfecta”, en su novela Serna desvela la corrupción y misoginia de varios de los altos poderosos de la época.
Era posible entonces que un poderoso se adjudicara a la fuerza la mujer que le gustara y si era casada desapareciera al marido. Denegris llevó ese tipo de abuso a la máxima expresión y luego se demuestra que sus actitudes misóginas tuvieron sus raíces en un trauma infantil.
“Lo curioso es que ese trauma también es por un abuso de poder provocado por ese mismo régimen revolucionario del que después va a ser portavoz y vocero extraoficial; la misma Revolución empezó a joderle la vida desde niño. Eso es lo que más me atrajo de este asunto”, confiesa.
Con una escritura limpia, el libro se lee de corrido y ha tenido una recepción masiva entre los lectores, un buen golpe de parte de Serna, quien el siglo pasado recibió un elogio mayor cuando en sus inicios el nobel colombiano Gabriel García Márquez lo incluyó en una antología de sus cuentistas mexicanos favoritos.
“Nunca tuve trato personal con él, pero el suyo fue el mejor reconocimiento literario que he tenido. Admiré y sigo admirando a García Márquez, era un mago del lenguaje. No cultivó mucho el cuento pero tiene cosas maravillosas como la historia de Eréndira y su abuela desalmada y los 12 cuentos peregrinos”, reconoce.
Cree que tener 60 años lo ayudó a escribir esta vez porque su edad cuando escribió la obra era la misma de Denegris en sus últimos años, relatados de manera detallada en el libro.
“Ahora sé lo que quiero, tengo más claro cómo me conviene narrar una historia, la dificultad del paso del tiempo es que uno debe evitar repetirse y eso cuesta después de 15 libros. A veces sucede y debo estar atento a la autocrítica”, reconoce.
Admirador del poeta nicaragüense Rubén Darío, quien al leerlo le cambió la vida de joven, y del versátil escritor cubano Virgilio Piñera, el novelista mexicano no tiene manías diferentes a la de trabajar cuatro o cinco horas cada la mañana y leer mucho. Sin embargo a veces le llegan ideas para crear unos buenos párrafos.
Serna pensó en escribir esta novela hace 25 años pero empezó a investigar hace cinco y a escribir hace tres. En algún momento sufrió una desvelada y ahí recibió un golpe de inspiración como si las ánimas del lenguaje lo hubieran ayudado.
“Tuve un insomnio fructífero que me dio ideas cuando estaba viendo el periodo del presidente Miguel Alemán y buscaba contar cómo Denegris abandona una mujer para irse con otra”, revela y no tiene empacho en asociar el milagro con las maleducadas musas.