Madrid, 7 may (EFE).- Hasta ahora, todos los grandes estudios genómicos importantes se han centrado en las poblaciones de Eurasia pero ahora un equipo internacional de científicos publica, por primera vez, el mayor retrato genético de las antiguas civilizaciones andinas precolombinas, un trabajo que dibuja la historia de estas poblaciones desde hace 9000 años hasta la llegada de los españoles.
Los resultados del estudio, publicados hoy jueves en la revista científica Cell, muestran diferencias genéticas entre grupos de regiones cercanas, mezcla de poblaciones dentro y fuera de los Andes, y una sorprendente continuidad genética en algunas de las civilizaciones antiguas más conocidas de la región, famosas por su agitación cultural y carácter cosmopolita.
El estudio, dirigido por David Reich y Lars Fehren-Schmitz, genetistas de las universidades de Harvard y California, respectivamente, analiza el genoma de 89 individuos de entre 9000 y 500 años de edad, 64 de ellos (de entre 4500 y 500 años de antigüedad), no se habían secuenciado nunca.
Además, el análisis incluye genomas de civilizaciones icónicas de los Andes de las que no había ningún tipo de información genómica como la Moche, la Nasca, la Wari, la Tiwanaku y la Inca, lo que le convierte en el proyecto genómico más importante sobre América Latina hecho hasta la fecha.
“Ha sido un proyecto fascinante y único”, destaca Nathan Nakatsuka, primer autor del trabajo y estudiante de doctorado en el laboratorio de David Reich en el Instituto Blavatnik en el HMS.
Además, este trabajo equilibra los estudios globales sobre ADN antiguo que, hasta ahora, se habían centrado en el oeste de Eurasia y habían obviado a Sudamérica: “Este estudio nos permite comenzar a entender en alta resolución la historia detallada de los movimientos humanos en esta parte del mundo extraordinariamente importante”, subraya.
Los Andes centrales que rodean a Perú son uno de los pocos lugares del mundo en los que se inventó la agricultura y en donde se ha documentado la existencia de las civilizaciones complejas más antiguas de América del Sur pero, pese a ser un importante centro de investigación arqueológica, no se había realizado una caracterización sistemática con el ADN antiguo.
Ahora, gracias a este nuevo estudio, es posible ver “cómo la estructura genética de los Andes evolucionó con el tiempo”, explica Nakatsuka.
Los análisis revelaron que hace 9000 años, los grupos que vivían en el altiplano eran genéticamente diferentes a los de la costa del Pacífico, una diferencia que aún se ve hoy día y que llama la atención “dada la pequeña distancia geográfica” entre ambos pueblos, apunta Reich.
Además, hace 5800 años, las poblaciones del norte y las del sur también eran distintas genéticamente, unas diferencias que también en este caso se han mantenido en el tiempo.
A partir de ahí, el intercambio de genes tuvo lugar entre todas las regiones de los Andes y se frenó drásticamente hace 2000 años.
“Es emocionante haber sido capaces de determinar la estructura de la población en los Andes y diferenciar entre los grupos de la costa, el norte, el sur, de las tierras altas, y de la cuenca del Titicaca”, subraya Fehren-Schmitz.
El estudio también descubrió intercambios genéticos tanto dentro de los Andes como entre las poblaciones andinas y no andinas. Así, vieron que los pueblos antiguos se desplazaban entre el sur del Perú y las llanuras argentinas y entre la costa norte del Perú y el Amazonas, pasando en gran medida por encima de las tierras altas.
Fehren-Schmitz, quien estaba especialmente interesado en determinar si hubo movilidad de larga distancia en el período inca, se sorprendió al detectar huellas genéticas de una población de la costa norte no solo alrededor de Cusco, Perú, sino también en un sacrificio de niños del sur de Argentina, una práctica conocida gracias a la arqueología y confirmada ahora por la genómica.
Asimismo, el estudio revela que múltiples regiones mantuvieron la continuidad genética durante los últimos 2000 años a pesar de las claras transformaciones culturales, “lo que contrasta con muchas otras regiones del mundo, donde los antiguos estudios de ADN a menudo documentan un cambio genético sustancial durante este período”, dijo Reich.
“Para nuestra sorpresa, observamos una fuerte continuidad genética durante el auge y la caída de muchas de las grandes culturas andinas, como la Moche, la Wari y la Nasca”, explica Nakatsuka.
Solo hubo dos excepciones, los centros urbanos de las culturas Tiwanaku e Inca que fueron muy cosmopolitas y albergaron gente de muchos orígenes genéticos, algo similar a grandes ciudades actuales como Nueva York, “donde personas de muy diferentes ancestros conviven uno al lado del otro”, comenta el investigador.
En este estudio multidisciplinar han participado investigadores de muchos países, entre ellos Alemania, Argentina, Australia, Bolivia, Chile, Estados Unidos, Perú y Reino Unido.
FOTO: Imagen de un detalle de la Puerta del Sol de la civilización Tiwanaku. EFE/Miguel Angel López